Spiga

Medianoche

No fue doloroso. Un ruido y todo se escureció. Su vida no pasó frente a él como había escuchado por ahí. El olor a bencina y el color rojo decoraba la horrible escena. Del Yaris quedaban solo recuerdos. La muralla de la autopista subterránea se había encargado de destruir el auto y también todos los planes que tenían Jorge y Daniela. El carrete había estado bien. Se juntaron en casa de unos amigos, conversaron de lo bien que iban sus relaciones y bebieron. El camino a la disco fue divertido, por la constantes pruebas de velocidad del Yaris contra el 206, donde nunca había un ganador claro. Buena música y más licor fue el final de la noche, cerca de las 5 de la mañana.
Justo a las 12, Jorge pasaba por la casa de Daniela y en el mismo momento en que él cortaba molesto el celular, ella salía por la reja. Se notaba que se querían bastante. Los 4 meses que llevaban juntos transcurrieron rápido y el hecho de ser compañeros de trabajo era la excusa para verse a diario, aunque por ética, se mantenían en la clandestinidad.
Cerca de las 10 y media, él salía de la ducha y se empezaba a vestir. Sabía que a ella le gustaban las camisas, y se compró una buena colección. Se vistió, se afeitó un poco y bajó a comer algo. No quería llegar tarde a buscarla y se preparó para llegar a medianoche como era lo habitual. Algunos gritos lo invitaron a quedarse, pero no les tomó atención y a las 11.30 ponía una mano en el volante y la otra en la cerveza que ya iba por la mitad. Tenía la costumbre de conducir bebiendo y en eso Daniela siempre lo acompañaba. A ella le gustaban las experiencias nuevas y una amiga le había comentado lo excitante que era besar a su pareja mientras conducía. Sería la primera vez que lo haría, aunque no se imaginó que también sería la última.
Pasada las 10, Consuelo llegaba a su casa después de un largo día de trabajo. Su hijo, Matías, jugaba en el computador como siempre y escuchó que su marido estaba en la ducha. Cuando salió del baño, no le habló, bajó a la cocina, tomó una cerveza y salió. Ella esperó sin éxito que volviera y a medianoche llamó preocupada a su marido para ver donde había ido.

5 comentarios:

Anónimo

1 de noviembre de 2007, 23:14

buen cuento aunque tragico
no conocia esos dotes de escritor
es exitante escribir aveces
y otras relajante y te desahoga
en una de esas algun dia te envie algo

Anónimo

2 de noviembre de 2007, 0:13

Lograste lo que se queria transmitir en pocas palabras, un cuento cortito ,bastante bueno, que muestra varias caras de la sociedad y que quizas algunas veces se desenmascaran de las formas mas tragicas e insospechadas...sigamos asi !!

Patorusa

2 de noviembre de 2007, 0:40

La noche guarda demasiadas cosas: copete, carrete, amores, huídas. Pero siempre, detrás de cada cosa, hay alguien o algo que se oculta. Este cuento, tiene eso, eso que se oculta y que hace trizas. Además, posee la teoría, que aunque no sabe que está, está y muy presente, lo que da para que se abran más puertas.

Me gustó, la velocidad va en el cuento.

Anónimo

4 de noviembre de 2007, 9:51

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Anónimo

2 de enero de 2008, 17:10

Es el primer cuento del blog que leo. Lo encontré demasiado anecdótico y predecible; poco profundo y nada sugerente. Esta crítica es bien intencionada en todo caso.