Uno, dos, tres. Pasamos la primera.
Uno dos, tres, nos detuvo ese auto amarillo. Justo se tenía que cruzar en la amarilla.
Lo más sagrado en juego, la vida. Uno, dos, tres. -Acelera, que nos ganan.
Uno, dos, tres. -El auto rojo me ganó. Sólo fue porque partió en tercera, era obvio con tantos caballos de fuerza de ese Volvo.
-Me hubiese gustado que no jugara a lo mismo que nosotros Ricardo. Así seguiríamos jugando y no mirando todos los juegos perversos, desde acá arriba.
1 comentarios:
20 de noviembre de 2007, 14:37
Me gustó el cuento, aunque creo que es un poco predecible el desenlace... Está bien relatado y se explica por si solo.
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