Temprano por la mañana Aníbal se levanta para ir a la pega, se arregla, desayuna. Hoy le prestó el carro su papá porque en la tarde tiene exámenes finales en la universidad. Le dice a su mamá que le está yendo bien, y su mamá lo mira orgullosa, con un brillo especial de ojos. Aníbal siempre fue un buen tipo, nunca molestó. Sale de la casa y su mamá le sigue para darle la bendición y cerrar el portón de la casa. Se acerca a la ventanilla del auto.

Váyase con cuidado hijo.
—No se preocupe mama, si no me pasa na'.

Aníbal va contento en el Hyundai negro de su papá, ya sólo le falta un semestre para finalizar ingeniería. Pone su disco con mp3 variados, desde Reggeaton hasta Coldplay, pasando por Soda estereo y Ricardo Arjona. Llega a la oficina y se conecta a internet para empezar el trabajo del día. Un par de correos para clientes, dar de baja algunos productos del inventario, chatear con un proveedor. Lo de todos los días. Luego viene la hora de darse un respiro y leer la prensa, ver qué de nuevo hay en los blogs y entrar a aquel foro de fútbol virtual para comentar la liga y ver los partidos. Se detiene en un titular de hoy: “Apresan a funcionarios de investigaciones que hacían limpieza social”. Indignado, deja un comentario en la página del periódico:

Yo creo que a esos funcionarios deberían darles una medalla en lugar de encarcelar los. Se deshacen de esa lacra que son los flaites y los narcos. Nadie quiere a esa lacra.

Aníbal firma como José Valenzuela para no darse tanto color. Hay gente que no quiere aceptar las cosas como son, así que mejor para evitar conflictos, me pongo un nick falso y asunto arreglado.

Por la tarde, a salir corriendo para estudiar un poco antes del examen de la universidad. Coldplay y Arjona lo acompañan en el camino, una tarde fresca entra por la ventanilla del piloto y llena todo el ambiente. Se encuentra en la biblioteca con el flaco y la Koté y hacen el formulario para el examen, repasan algunos problemas en los que tenían duda y están listos. Pasan a tomarse una coca a la cafetería, y en el camino a la clase las feromonas del perfume de la Koté hacen su efecto. Aníbal se da cuenta de que hoy está linda y se ríe coqueta con él. Koté más rica, no va a haber más remedio que tirar contigo. Después del examen, al salir de la universidad, Aníbal pasa con la Koté a un pub cercano,unas chelas y la va a dejar a su casa,se despide de la Koté y le pega su agarrón con metida de mano antes de que se baje.

A algunas cuadras de ahí, un celular suena. Una voz comunica que el “trabajo” de hoy va en un Hyundai negro, de vidrios polarizados. Aníbal mira por el retrovisor un auto gris de vidrios polarizados que lo sigue al salir del condominio de la Koté . No le da importancia hasta que el auto gris lo rebasa y se le atraviesa en una parte solitaria de la carretera. Entonces ve salir a un par de encapuchados con uniforme de investigaciones que sin mediar palabra apuntan, disparan y se meten de nuevo al auto gris. Minutos más tarde, otro Hyundai negro, de vidrios polarizados, pasa a la par del de Aníbal, se detiene y el piloto baja la ventanilla para observar el cadáver. Da un respiro de alivio y se va.

Al día siguiente, sale la noticia en los diarios con una foto de la escena del crimen. La policía maneja la hipótesis de que fue un ajuste de cuentas entre bandas de narcotraficantes, pero afirma que se investigará el hecho. Juan Alberto, un compañero de Aníbal, lee la noticia. A saber en qué andaba metido este tipo, caras vemos, corazones no sabemos, piensa. Pasa la página, lee los deportes y se va para la universidad, donde comenta con sus compañeros lo que pasó. La Koté y el flaco están shoqueados. Por la noche, al regresar a la casa, Juan Alberto ve por el retrovisor que un auto gris de vidrios polarizados lo sigue. Esta vez no se confundan hueones, había dicho una voz por el celular, cinco minutos antes.